miércoles, 26 de mayo de 2010

Comer es un placer... a veces!

Dicen que comer es un placer. Para mí el placer está en el buen comer, pues no es lo mismo que comer, simplemente. Pienso que la diferencia radica en el hecho que para saciar el hambre puedes hacerlo en cualquier lado, pero comer bien no en cualquiera.

Hoy tenía una reunión de negocios pendiente. La idea inicial era comer sushi, para lo cual había escogido mi lugar favorito: “Sake”, pero lamentablemente estaba en remodelación y no pudimos almorzar ahí. Pero como la reunión no se podía posponer, se me ocurrió la “genial” idea de ir a alguno de los restaurantes que estaban en la zona. A unos 100 metros más adelante, vimos un restaurante que llamaba la atención, con un ventanal inmenso iluminaba el lugar completamente, y se lo veía bastante acogedor dentro, por lo que decidimos entrar ahí. “Villa Delizia” decía fuera del lugar en un letrero muy elegante hecho de madera y hierro forjado.


En la puerta nos atendió un señor medianamente amable, indicándonos el tipo de comida y quiénes eran los dueños del lugar –“tres socios”, fue lo que alcance a escuchar antes de entrar. Ya dentro del lugar, fuimos atendidos por una anfitriona que relativamente de forma amable nos mostró una mesa. Hasta ahí todo estaba normal, ni mucho ni poco. Luego de eso nos abordó el mesero, un señor de unos 36 años con acento argentino practicando italiano. Él nos pasó las cartas para ver el menú y se retiró por un momento.


Mire por ahí en la carta, pero no vi nada de mi agrado, pues la carta parecía no tener intenciones de vender ningún plato. Lo único que me fije fue que el plato fuerte más barato costaba $12, cosa que no me impresionó, pues si algo vale la pena no me importa pagarlo realmente. Mire a mi socio, y me di cuenta que estaba tan desconcertado como yo. Luego el mesero se acercó y nos preguntó con su tono argentino si deseábamos pedir algo de beber antes de ordenar. Lo miré y le pregunté por algún plato que me pudiera recomendar, y me dijo, ya les traigo la pizarra…

La pizarra se trataba, en efecto, de una pizarra de esas verdes en las que se escribe con tiza, de esas que me hacen recordar mi niñez en la escuela. La pizarra tenía unos nombres medios raros que ni el mesero supo decir, pero nos llamó la atención uno que decía que tenía camarones y calamares. Para beber pedí una botella de agua, y mi socio una limonada imperial.

Sirven las bebidas. Para mi sorpresa me ponen una copa de agua bastante fina, pero el agua que me sirven es el agua SUMESA. Claro, agua es agua, pero como para un lugar como ese y los precios que tenían parecía no encajar.


Mientras esperábamos, el mesero trajo pan. En lo personal me encanta comer el pan que sirven en los restaurantes con mantequilla, por lo que se lo solicité a este señor, quien me supo indicar que en ese lugar se come el pan con vinagre balsámico y aceite de oliva. Yo lo miré y le dije que en realidad prefería mantequilla, él se encogió de hombros y me dijo –“Sólo que le traiga la de la cocina, pero creo que no le ha de gustar” – ya para este momento el acento argentino desapareció, y parecía más como boliviano. En ese momento mire hacia el plato de pan y le dije, gracias, sin ninguna emoción, solo esperando que se aleje.

Se demoraron aproximadamente 20 minutos en servirnos el pedido. Y cuando lo sirven… entramos en shock, mi socio me queda mirando con cara de “Qué… es… eso!?”, yo sólo sonreí, me encogí de hombros y lo probé. No sé realmente como describirlo, tal vez lo que más se aproxime sea un rissoto color ceniza. Como una especie de reflejo, luego de probar el plato, mi socio llamó al mesero y le pidió picante, me imagino que no le gustó tanto. Yo no suelo comer picante, mas bien, en restaurantes de comida italiana, tanto en el país como fuera, suelo tener la costumbre de pedir salsa tabasco… pero ¿adivinen qué? En ese lugar se come con ají deshidratado. El mesero trajo el ají deshidratado con una gran sonrisa, bastante fingida, yo volví a mirar fijamente el plato esperando que se vaya.



Ingenuamente le pregunto a mi socio qué tal estaba el plato –yo ya sabía que estaba malo- él me mira y me dice con dificultad que "estaba bueno", pero no se comió más de un tercio del plato. Yo, como no había desayunado y ya eran casi las tres de la tarde, me lo comí con todo el ají deshidratado que nos sirvieron. Si se fijan en la foto, eso es lo que le da color, sino sólo sería un plato sombrío.
Y luego de eso, ya vino la parte principal del almuerzo, la susodicha reunión, misma que duró breves momentos pues mi socio realmente no se sintió a gusto, la tuvimos que terminar a lo que salimos del lugar. Al final trajeron la cuenta, bastante rápido diría yo. Factura Total $ 42.00, obviamente el mesero no tuvo propina

Pienso que los dueños de restaurantes en general deben cuidar el servicio al cliente con algo bastante simple: La capacitación, pues si el mesero hubiera al menos sabido recomendar algún platillo probablemente la impresión que nos llevamos del lugar hubiera sido diferente, pero como siempre digo “los hubieras no existen”, pero siempre hay una oportunidad para cambiar en la siguiente ocasión que se dé el servicio.

Finalmente, hay que guardar una relación entre el precio y la calidad. Para mí la atención y la comida no estaban valoradas en más de $5 por plato. El asunto del agua es algo de sentido común: Si vendo un plato de $15 + impuestos, sirvo un agua DANSANI al menos, pues el costo para el restaurante es casi el mismo de una agua SUMESA, pero la percepción es diferente. Tal vez estos sean algunos de los motivos por los cual el restaurante tenía tantas mesas vacías en plena hora del almuerzo.